La actividad física regular ayuda a mejorar las funciones físicas y mentales, así como revertir algunos efectos de la enfermedad crónica para mantener a las personas mayores móviles e independientes. A pesar de los beneficios altamente divulgados de la actividad física, más del 80% de la población adulto mayor no alcanzan los niveles mínimos de actividad física necesarios para mantener condiciones optimas de salud. Los estilos de vida sedentarios que predominan en la edad avanzada dan lugar a comienzos prematuros de enfermedades, discapacidad y fragilidad.
Las autoridades locales y nacionales tienen la responsabilidad de promover la actividad física entre las personas mayores, pero saber prescribir de forma correcta la actividad física regular en la población adulto mayor es un reto. Se discuten los fundamentos fisiológicos de la actividad física, los riesgos de eventos adversos, los factores sociales y psicológicos con el fin de formar las iniciativas de salud pública para las personas mayores relativamente sanas, así como aquellas con fragilidad física ya instaurada.
La evidencia muestra que la actividad física regular, prescrita por un profesional de área de la salud, es segura para todos los adultos mayores, y los riesgos de desarrollar enfermedades cardiovasculares y metabólicas importantes, obesidad, caídas, deterioro cognitivo, osteoporosis y debilidad muscular se van reduciendo progresivamente se van completando actividades que van desde caminatas de baja intensidad hasta ejercicios de fuerza y de resistencia más vigorosos.
Sin embargo, la participación en actividades físicas sigue siendo baja entre los adultos mayores, en particular los que viven en zonas menos recursos económicos. Los adultos mayores pueden ser alentadas a aumentar sus actividades si son influenciadas por médicos, kinesiólogos, familiares o amigos, manteniendo bajos los costos asociados a enfermedades crónicas no transmisibles, facilitando las actividades funcionales y aumentando la autoeficacia para el ejercicio.